El Barcelona se proclamó campeón de la Copa del Rey tras imponerse al Real Madrid en una vibrante final disputada en el estadio de La Cartuja de Sevilla. En un partido que tuvo absolutamente de todo —golazos, polémica, tensión y magia en las gradas—, los blaugranas se llevaron el título en la prórroga con un marcador de 3-2. Los aficionados al fútbol vivieron un auténtico espectáculo, presenciando una de las rivalidades más emblemáticas del deporte rey en su máxima expresión.
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Un inicio prometedor para el Barcelona
Desde el pitido inicial, el dominio del Barcelona fue evidente. El equipo de Flick mostró un nivel físico y técnico superior al de los blancos en los primeros compases del partido. El Real Madrid, consciente del momento de forma de su rival, optó por replegarse y esperar su oportunidad, buscando mantener el marcador a cero mientras trataba de resistir las acometidas blaugranas.
Las primeras ocasiones claras llegaron para el conjunto catalán, pero el gol se resistía. El primer contratiempo de la noche para el Real Madrid no tardó en aparecer: una nueva lesión de Ferland Mendy obligó a Ancelotti a mover el banquillo antes de tiempo, dando entrada a Fran García. Este cambio imprevisto alteró los planes iniciales del técnico italiano y debilitó el costado izquierdo madridista.

A la media hora de juego, el Barcelona consiguió materializar su superioridad. Una brillante acción individual de Lamine Yamal por banda derecha terminó con un pase medido a la frontal del área, donde Pedri, con un soberbio disparo a la escuadra, puso el 1-0 en el marcador. La afición culé estalló de júbilo, mientras que el Real Madrid mostraba signos de desconcierto.
Con la ventaja mínima, el Barça controló el ritmo del partido hasta llegar al descanso, impidiendo al Madrid crear peligro real.
Una reacción de campeón en la segunda mitad
Carlo Ancelotti, consciente de que debía cambiar el rumbo del partido, movió ficha tras el descanso. Introdujo a Mbappé, Modric y Güler en busca de una revolución. Y no tardaron en notarse los efectos de estas modificaciones. El Real Madrid salió con una energía renovada, dispuesto a revertir la situación.
Kylian Mbappé, recién llegado esta temporada, fue el gran agitador de los suyos. En el minuto 70, una falta peligrosa en la frontal fue aprovechada por el astro francés, que ejecutó un lanzamiento magistral para igualar el marcador. El tanto infundió ánimo a los blancos, mientras que el Barcelona acusó el golpe.
Solo unos minutos después, en el 78’, un córner perfectamente lanzado por Arda Güler encontró la cabeza de Tchouaméni, quien remató de forma impecable para poner al Real Madrid por delante. Los merengues acariciaban el título, transmitiendo unas sensaciones de dominio absoluto.
Parecía que el Real Madrid tenía todo bajo control. Sin embargo, el fútbol siempre guarda espacio para la épica, y esta vez fue el Barcelona quien sacó fuerzas de donde parecía no haberlas. Una jugada magistral de Lamine Yamal terminó con un pase filtrado para Ferran Torres, que sorteó a Courtois y anotó el 2-2 a pocos minutos del final. El drama estaba servido, y el destino del título se decidiría en la prórroga.
Una prórroga digna de la historia de los clásicos
El desgaste físico era notable en ambos conjuntos. Los primeros quince minutos de la prórroga fueron más de tanteo que de acciones decisivas. Fede Valverde, incansable en el despliegue físico, fue uno de los pocos que mantuvo la intensidad en esta fase del encuentro. Con el ritmo de juego ralentizado, la tanda de penaltis empezaba a asomar en el horizonte como un desenlace probable.

No obstante, en los clásicos, un pequeño error puede ser fatal, y así sucedió. En el minuto 116, una falta de entendimiento entre Modric y Brahim Díaz permitió a Koundé interceptar un balón en tres cuartos de campo. El lateral francés avanzó y disparó raso, ajustando el balón al poste derecho de la portería de Courtois para poner el 3-2 definitivo.
La grada blaugrana explotó en un grito de éxtasis. Ese gol fue un golpe de efecto definitivo del que el Real Madrid no se pudo recuperar. El Barcelona, alimentado por la adrenalina del momento, defendió con uñas y dientes su ventaja en los minutos finales.
Tensión en los instantes finales
La tensión provocó momentos de descontrol en el banquillo blanco. Tras una discusión con el árbitro De Burgos Bengoetxea, Antonio Rüdiger lanzó una bolsa de hielos que estuvo a punto de impactar en el colegiado, lo que le valió una expulsión inmediata. Lucas Vázquez y Jude Bellingham también vieron la roja por insultos al árbitro, agravando aún más la situación para el Real Madrid.
A pesar de estos incidentes aislados, la final fue una oda al fútbol de alta competición, una batalla épica entre dos gigantes que ofrecieron un espectáculo memorable.

Una victoria que reafirma el proyecto de Flick
Con esta victoria, el Barcelona demuestra que atraviesa su mejor momento de la temporada, consolidando un proyecto joven, lleno de talento y ambición. Jugadores como Lamine Yamal, Pedri y Koundé brillaron con luz propia, dejando claro que el futuro culé es prometedor.
Para el Real Madrid, aunque el sabor de la derrota es amargo, queda el consuelo de haber peleado hasta el final en un partido inolvidable, fieles al espíritu competitivo que les caracteriza.
La Cartuja fue testigo de una noche mágica que quedará grabada en la memoria de todos los aficionados al fútbol.