Deporte, adquisición de hábitos y valores
Al deporte, en general, y a los deportes de equipo de un modo específico, se les adjudica un gran potencial en el desarrollo de hábitos saludables, así como la adquisición de valores. Además, no hay que olvidar los importantes beneficios a nivel físico y psicológicos del mismo. Con ello, la importancia del papel del entrenador respecto a la calidad de esta experiencia deportiva en los jóvenes futbolistas, así como la orientación y acción pedagógica que se le da a la misma.
La aplicación del deporte en las primeras edades ha sido, es y será un tema controvertido, el cual debe de ser analizado debido a sus tópicos. Puede ser un recurso educativo, pero, puede generar aprendizajes no deseados tales como conductas discriminatorias, vivencias negativas…
Valores en el fútbol
La práctica físico – deportiva es un medio de influencia socializadora que favorecen la formación de las características personales de los jóvenes, poseyendo conductas más saludables, y, la promoción y trasmisión de valores tales como honestidad, respeto, tolerancia, solidaridad, generosidad, trabajo en equipo.
Pero, ¿que conocemos como valores? Son creencias personales sobre la adecuación de una serie de conductas que determinan el comportamiento de cada individuo.
Aunque no hay que pensar que la simple práctica deportiva favorece el desarrollo de los valores que caracterizan el deporte, sino que es necesario trabajar de forma intencionada en este aspecto para que la adquisición de los mismos sea la adecuada y de manera positiva, y, con ello que permitan que el deporte desarrolle realmente ese potencial.
Papel del entrenador
En el contexto que se ha establecido en relación al fútbol, dotándole de una gran importancia para la educación en valores debido a ser considerada una actividad lúdica y generadora de oportunidades para tal fin, gracias a la cantidad de circunstancias cambiantes que pueden haber.
El tipo y la calidad de los valores que los jóvenes jugadores adquieran va a depender del entorno deportivo en el que se desenvuelve, resaltando la figura del entrenador para el desarrollo y formación de los jóvenes como personas y deportistas.
El desarrollo de estos valores a través de la participación deportiva no es tan sencillo como parece, de hecho, en muchas ocasiones, los entrenadores no se comportan como un verdadero educador deportivo en muchas de las conductas que estos tienen.
Para ello, la importancia en el proceso del clima y las estrategias establecidas por el entrenador. La labor de estos profesionales del fútbol base solo se puede establecer desde una actuación educativa y lúdica, haciendo necesarios la incorporación de variables psicoeducativas a su propia formación.
La calidad deportiva y del proceso de enseñanza-aprendizaje. Una adecuada formación, establecimiento de objetivos, actitud pedagógica, … son algunos de los elementos que determinan esta calidad, y el proceso sea adecuada o perjudicial para los jugadores.
Los formadores deben ajustar los objetivos de aprendizaje y adquisición en relación a las características madurativas de los niños.
Ahora bien, la realidad es bien diferente en muchos casos. La vorágine resultadista del fútbol profesional ha terminado llegando al fútbol base, terminando con los procesos de enseñanza-aprendizaje y con algunos entrenadores en buscada del beneficio propio por delante del de los jugadores. Resultados, inmediatez, ganar como objetivo principal, todo ello son elementos que están presentes en las etapas de formación, es contradictoria, sí, pero real.
Competición como educación
La competición forma parte del deporte, sin embargo, el valor formativo y trasmisión de valores de la misma ha sido cuestionado en muchas ocasiones, así como por numerosos artículos científicos (Hidalgo,2008).
Al participar en cualquier deporte aceptas sus reglas, y con ello, sus consecuencias principales con ganar o perder. Pero como en la vida, por lo general, se pierde más que se gana y más cuando se trata de un contexto con tantas variables como lo es el futbol.
Aprender a jugar
El ser humano por naturaleza es competitivo, y cuando menos maduración, más. La cuestión en el fútbol formativo es el medio para ganar, ¿cómo se quiere conseguir, a través de la enseñanza y comprensión del juego o de cualquier manera?
Por ello, en fútbol base se compite para aprender a jugar, no para aprender a ganar. Competir, jugar y ganar. Se compite para aprender a jugar y se aprende a jugar para poder tener más opciones de ganar. Ahí está la importancia del proceso y de no eliminar ningún elemento del mismo para favorecer el aprendizaje del jugador.
Saber ganar y saber perder
Hay que aprender a perder, es tanto o más importante que hacerlo a ganar, con ello se reconoce el mérito del oponente, a realizar autocritica, analizar los contextos, en definitiva, a la mejora personal propia.
Hay que resaltar las palabras de Perico Delgado: “Los segundos clasificados ya no valen para nada, de esta forma, los adultos están trasmitiendo a los jóvenes deportistas que si no ganas no eres válido. Y con ello, se va a crear una cantidad de fracasados tremenda, no hay que valorar tanto la victoria, no centrarse en la habilidad y sí en el esfuerzo y valorarlo. Se está creando una sociedad en la que solo vale ganar”.